La fiesta terminó de la peor manera posible para Adnan Oktar, el telepredicador millonario que combinaba las citas del Corán y las teorías conspirativas con un recalentado ambiente de barra americana en
sus programas por la TV de Turquía. Sin embargo, no es lo que pasaba en el estudio, sino fuera de él, lo que le acarreó esta semana una sentencia exorbitante de mil setenta y cuatro años de cárcel.
Un juez de Estambul lo declaró culpable en tanto que jefe de una “organización criminal” dedicada “al chantaje, la extorsión y el blanqueo de dinero”.
También lo culpó, junto a otros dos capitostes de la secta -condenados a su vez a más de 186 años de prisión- de “espionaje político y militar” de “colaboración con FETÖ” (la cofradía de Fethullah Gülen que estuvo detrás de la asonada de 2016 contra el presidente Recep Tayyip Erdogan) y de varios cargos de “abuso de menores, secuestro, violación y tortura”.
Decenas de otros acusados fueron condenado a penas de hasta doce años.
Adnan Oktar estaba en prisión preventiva desde julio de 2018, cuando fue detenido en una de sus innumerables mansiones con piscina en posesión de 69.000 pastillas… anticonceptivas.
El predicador turco Adnan Oktar está preso desde 2018.
El gurú, que captaba a sus adeptos entre jóvenes de familias muy acomodadas, ya cumplió hace décadas una pena de privación de libertad en un pabellón psiquiátrico, por negar el Holocausto judío. Sin embargo, después del 11-S se reinventó como apóstol del creacionismo, siguiendo el ejemplo de las iglesias integristas estadounidenses que reivindican a Adán y Eva contra la teoría de la evolución.
Teorías fundamentalistas
Bajo el nombre de pluma de Harun Yahya, Oktar habría sido el instrumento de difusión de esta ideología fundamentalista en el mundo islámico, firmando -si no escribiendo- cientos de libros de esta temática, publicados en varias lenguas.
En su última cena de despedida del Ramadán en libertad, a la que invitó a algunos cientos de personas en el fastuoso palacio de Çirağan, a orillas del Bósforo, el vestíbulo exponía reproducciones en plástico de supuestos fósiles que prueban sus rocambolescas teorías.
Simultáneamente, Oktar se acercó a Israel y sus programas “islámicos” a menudo contaban con rabinos israelíes como invitados, junto a los cuales proclamaba que Palestina pertenecía a los judíos mientras no se apareciera el Mesías.
En cualquier caso, el momento más esperado de sus programas en su propio canal, A9, no eran sus astracanadas geopolíticas, sino el contoneo que le dedicaban al final las “gatitas”. Así llamaba a su harén, formado por despampanantes rubias teñidas, de pecho aumentado y mirada ausente.
No menos espectaculares eran los modelos masculinos que aseguraban el flujo continuo de las primeras. Todos ellos convivían, en una especie de Gran Hermano particular, con Oktar en su centro y ropa de alta costura en cada armario.
A lo largo del juicio, tanto ex adeptos como familias de sus seguidores cargaron contra lo que califican de “secuestros” y “amenazas”, en una cárcel de oro.
Por Jordi Joan Baños
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