Aflora la actividad clandestina en tiempos de confinamiento por el coronavirus, aunque la sorpresa para quienes son «cazados» incumpliendo las leyes no es agradable. Es el caso del dueño de un bar
de Sestao (Vizcaya) que, a pesar del impedimento de abrir su local, se las ingenió para que sus clientes pudieran seguir yendo a tomar sus consumiciones. ¿Cómo conseguían los clientes acceder al bar sin levantar sospechas? Mediante un código que habían pactado con el gerente. Dos golpes con los nudillos no demasiado fuertes en la persiana metálica, según avanza el diario El Correo. De esta forma, el dueño del establecimiento se cercioraba de que quien llamaba no era la Policía, sino sus parroquianos. Se desconoce cuánto tiempo llevaba funcionando el bar de esta forma, aunque todo acabó la semana pasada. Dos agentes de la Ertzaintza que iban de paisano vieron cómo una persona llamaba al local, que abría su puerta de forma sospechosa. Esperaron a que llegara el segundo, que imitó el procedimiento. La siguiente vez que abrió la puerta el dueño no vio a uno de sus clientes, sino a agentes de la Policía. Para los consumidores que había en el interior, la multa fue de 600 euros, la mínima que se recoge en la Ley de Seguridad Ciudadana. Además, según la cabecera vizcaína, se remitió un expediente al Ayuntamiento para que se sancione a los gerentes, que se enfrentan a una multa de varios miles de euros. Solo el pasado lunes, la Ertzaintza y las diferentes Policías Locales interpusieron 208 denuncias por incumplimiento de medidas decretadas con motivo del Estado de Alarma. Además, tres personas fueron detenidas por este motivo.
FUENTE DIARIO ABC: