Fue un final dramático para un operativo que de entrada causó impacto. La alarma por un brote de coronavirus en un geriátrico derivó en la evacuación de 40
adultos mayores, que fueron trasladados a distintos hospitales de la Ciudad. A todos les hicieron el test del Covid-19 y ninguno dio positivo. Sin embargo, tres personas fallecieron durante la internación. Ninguna por coronavirus.
Todo se desencadenó a partir de la muerte de una mujer de 82 años en el Hospital Italiano, el 27 de marzo pasado. La jubilada era paciente del geriátrico Cervantes, ubicado en Magariños Cervantes 4651, en el barrio porteño de Villa Luro. Tres días antes había sufrido una descompensación y tuvo que ser internada. Un análisis post-mortem arrojó que tenía coronavirus.
Ese mismo día se puso en marcha la evacuación del geriátrico. La Policía cortó el tránsito dos cuadras a la redonda y 15 ambulancias del SAME se estacionaron en fila desde la puerta del lugar. De ellas bajaron médicos con trajes especiales que sacaron a los ancianos del hogar.
“A mí me pareció un disparate trasladarlos”, dijo a Clarín Oscar Guillamondegui, dueño del geriátrico. “Hubo mucha improvisación porque fue el primer geriátrico con esta situación. Había gente en el Ministerio de Salud que no quería hacer la evacuación, pero supuestamente la orden vino de arriba”, agregó.
Guillamondegui dijo que en el Cervantes desde hacía dos semanas que llevaban un aislamiento preventivo, con las visitas suspendidas. Y señaló que la mujer que falleció venía con problemas de salud. “Tenía una sonda gástrica e iba y venía del Italiano por ese tema. Venían a asistirla y la última vez fue derivada porque se había broncoaspirado. Dos días después falleció”, relató.
El 27 de marzo, en el geriátrico recibieron la notificación de que la mujer había dado positivo para coronavirus. “Me dijeron que se iba a aplicar un protocolo y que se iban a comunicar conmigo del Ministerio de Salud para ver los pasos a seguir”, dijo.
“Hubo varias idas y vueltas con distintas personas del Ministerio. Hasta que me llamaron y me dijeron que habían decidido evacuar a los abuelos porque todo el personal estaba comprometido, y entonces no iba a quedar gente en el geriátrico para atenderlos”, contó Guillamondegui y calificó la decisión de un “disparate” ya que ellos no tenían síntomas.
No obstante, fuentes del Ministerio de Salud de la Ciudad consultadas por Clarín señalaron que “el traslado se hizo con la aprobación de las autoridades del geriátrico”, ya que en el lugar “manifestaron no contar con personal disponible” a raíz del aislamiento por el coronavirus. “Fue una decisión que se tomó en conjunto. No fue exclusiva de la Ciudad. No podemos retirar a una persona sin autorización”, agregaron.
Respecto al operativo, en el geriátrico señalan que “estuvo mal organizado” ya que primero les pidieron que no le dijeran nada a los familiares “porque no sabían a qué hospitales iba a ir cada uno”. Luego, según la versión de las autoridades del establecimiento, les dieron la orden de avisar y para ese momento ya estaban las ambulancias en la puerta y la esquina vallada.
“Se terminó evacuando en medio de una locura total. Ellos no se querían llevar a la gente sin los documentos y los familiares estaban en la esquina o a dos cuadras sin poder ingresar. La mitad no sabía a qué hospital iba, se terminaron perdiendo historias clínicas y hubo gente que no fue medicada correctamente. A algunos que comían asistidos, les pusieron sonda y comenzaron a deteriorarse. Una de ellas falleció porque terminó broncoaspirándose”, contó Graciela González, encargada del geriátrico.
En el geriátrico había 40 adultos mayores. Tres fallecieron en hospitales donde fueron aislados. No tenían coronavirus. Foto: Andrés D’Elia
Dora Pérez (96) es una de las personas que murieron durante el aislamiento en hospitales. Una de sus hijas, Dora, le contó a Clarín que el viernes 27 a las 17 la llamaron del geriátrico. “Fue todo un operativo de película. Nos pidieron que lleváramos los documentos. Pero estaba todo sectorizado y no podíamos pasar”, recordó.
La mujer contó que a su madre la había visto por última vez el 12 de marzo, su hermano el 14 y que el 16 el geriátrico cerró las puertas a las visitas por la pandemia. Luego, en la evacuación fue derivada al Hospital Fernández. “Un hospital de agudos. Mi mamá era una persona añosa que requería cuidados y atenciones como darle de comer si no come. Pero estaba lúcida y salió caminando del hogar”, dijo.
En los partes médicos, comenzaron a informar que Dora presentaba complicaciones: tenía insuficiencia respiratoria y como no comía le pusieron una sonda gástrica. “Así se broncoaspiró. Luego le pusieron oxígeno, suero, se debilitó y desmejoró. Dio la sensación que dijeron ‘hasta acá”, dijo la hija.
El 4 de abril, la mujer y su hermano fueron a visitar a su madre a las 16. Le dijeron que se encontraba estable. A las 19 los llamaron para que vuelvan, porque el cuadro se había agravado. Pero Dora había fallecido a las 18.30. “No nos dejaban entrar para verla, me tuve que poner un traje especial para entrar”, dijo Dora. “Yo entiendo que tenía una edad avanzada. Pero veo mal este dispositivo tan cruel e inhumano, que mi mamá haya desaparecido de esta manera”, expresó la mujer.
“El traslado fue un poco aparatoso y escénico. Un tanto desorientado y desordenado en cuanto a la logística y el manejo. Los familiares teníamos muy poca información y la fuimos recabando de a poco hasta dar con cada uno de los abuelos en los hospitales”, dijo Gabriela, hija de Oscar Richino (76).
A Oscar lo trasladaron al Hospital Pirovano. Como el hombre sabe usar el celular muy bien, se comunicaba con su hija por ese medio. “No tenía información salvo porque él me iba contando lo que iba pasando. Él está bárbaro. Muy lúcido, pero había gente que no”, dijo Gabriela.
A medida que la mayoría de los jubilados iba dando negativo para coronavirus, eran pasados a otras salas. “Cuando teníamos que manejar el tema del alta nos decían que había sacarlos de ahí por el coronavirus y otras cosas. En el hospital manejaban la posibilidad de que los familiares los buscáramos. Ahí nosotros nos pusimos firmes y dijimos que si habían entrado con un protocolo por el SAME, tenían que volver a través del SAME”, dijo Gabriela.
Los jubilados fueron trasladados en ambulancias del SAME a distintos hospitales de la Ciudad.
La mujer contó que entre los hijos de los pacientes internados se organizaron y hablaron con el Ministerio de Salud porteño. “Yo le mandé un mail al ministro Fernán Quirós. Me respondió una colaboradora con muy buena predisposición para solucionar nuestros reclamos. Pedíamos que estén atendidos, que tenían que volver con las historias clínicas con las que salieron, volver con asistencia. No deberían haber salido del geriátrico, los sacás de ahí y las consecuencias pueden ser muchas”, afirmó.
Gabriela dijo que se sintió “escuchada” por el Ministerio de Salud. “Había un espacio donde yo les pedí que no vuelvan a hacer eso con los abuelos. Y después salió un nuevo protocolo de asistencia en caso que existiera un Covid positivo”, señaló.
María Luisa Romano (90) falleció el miércoles 8 en el Hospital Rivadavia. Su hija, Graciela, no sabía nada de ella desde el 2 de abril. Ese día fue la última vez que le brindaron información sobre su madre.
Durante los primeros días, mientras María Luisa estaba aislada hasta conocer el resultado del hisopado, su hija se comunicaba y le pasaban información. “Me decían que estaba estable”, contó.
“Mi mamá tenía sordera total por una meningitis que tuvo a los 63 años. Ella veía la vida como una película muda. Entonces podían interpretar que cuando le hablaban y no contestaba era que no les entendía, pero en realidad no los escuchaba. Todo eso me acongoja más. No sabía realmente lo que pasaba”, expresó Graciela.
Cuando llegó el resultado de coronavirus negativo, en el hospital le dijeron a Graciela que su madre iba a ser pasada a una sala de clínica médica. Pero igual seguiría sin poder verla. “El último contacto que tuve fue el jueves 2. El viernes llamé y me atendió una residente que me dijo que no me podía dar información y que tenía que hablar con la jefa, que era Julieta Calvo, que ya se había ido. Me dijeron que el fin de semana no iba a haber parte, entonces llamé a primera hora del lunes. Cada vez que lo hacía me atendía un médico distinto. Uno me dijo que mi mamá estaba en condición de alta”, contó.
Entonces la mujer preguntó qué tenía que hacer para que restituyeran a su madre al geriátrico, pero no lograba una respuesta.
Finalmente, el miércoles 8 se comunicaron con Graciela desde el hospital. Pero era para decirle que su mamá había fallecido. “Yo le dije que no podía ser, que se habían equivocado porque me habían dicho que mi mamá estaba para el alta. Me puse muy mal”, dijo.
“No cumplieron con la parte de informar cómo estaba una persona aislada. Y lo más traumático es lo que debe haber pasado mi mamá, al no tener noticias nuestras, ni saber que la familia estaba atrás. Murió sin saber nada. Y si algo no hicimos nunca fue abandonar a mi mamá”, expresó Graciela.
El geriátrico Cervantes pudo reabrir sus puertas el domingo 5, cuando los primeros empleados cumplieron con la cuarentena. “Los primeros seis ancianos llegaron en una situación de abandono total. Se fueron cuando hacía calor. Después vino el frío y a algunos los tenían con la misma ropa y sólo una sábana”, dijo Graciela González, la encargada del geriátrico. De los 40 jubilados, volvieron 35. Tres fallecieron y dos permanecen internados en hospitales.
Los empleados tampoco la pasaron bien. Valeria Funes (39), una enfermera que vive en Morón, tuvo fiebre un día después de la evacuación. La internaron en una clínica privada y le hicieron el hisopado. Allí estuvo 12 días hasta que el resultado le dio negativo y le dieron el alta. Cuando volvió hizo dos días más de aislamiento en su casa. “Me llamaron de infectología para avisarme que ya había cumplido con el protocolo y salí a comprar porque no tenía nada”, contó Valeria.
“Un vecino me denunció porque soy enfermera y había estado aislada. Vino un patrullero de la Policía Federal a mi casa y estuvieron tres horas”, relató. También contó que en el barrio les dijeron a los chicos que no se juntaran con sus hijos porque la madre tenía Covid-19.
“Nosotros queremos que se sepa que en el geriátrico no hubo un solo contagiado de coronavirus y que se tomó una mala decisión con la evacuación”, concluyó Guillamondegui.
NS
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