Cuando se pensaba en un choque inevitable, ahora en el campo se respira otro aire

aumentar las retenciones ni va a poner cupos a las exportaciones. Sin desconocer el alivio que trajo este mensaje de AF a los dirigentes ruralistas, fuertemente presionados por “las bases”, lo esencial es que se abrió una instancia de diálogo en un momento en el que la cuerda se estaba tensando peligrosamente.

Sucesivas declaraciones de figuras importantes del oficialismo –incluyendo al propio presidente–, habían puesto al campo en alerta. La conducción de la Mesa de Enlace pensaba, antes de entrar a la Rosada, que se iban a encontrar con la infausta noticia de que como mínimo se iban a subir tres puntos las retenciones para el maíz y el trigo, algo que le permite la ley sancionada en el Congreso ni bien asumió, en diciembre del 2019. Esa ley había autorizado derechos de exportación de hasta el 33% para la soja (allí están) y del 12% para los cereales (maíz y trigo), pero en este caso con un margen adicional (15%).

El asunto es que en los dos últimos meses se produjo una sorpresiva suba de los precios internacionales de todos los granos. Esto tuvo varios efectos, más allá de ser una excelente noticia para el campo. Por un lado, una mejora en la perspectiva macroeconómica, por lo que implica en materia de ingreso de divisas y de recaudación. Conviene recordar que la agroindustria explica el 50% de las exportaciones.

Pero al mismo tiempo alimentaba la idea de que el gobierno iría por más. Alguno pensó que en la negociación abierta con el FMI el tema de mayores derechos de exportación estaba en agenda. El fantasma de las retenciones móviles volvía a extender su sombra sobre la pampa argentina. Por supuesto, nadie en el gobierno lo planteaba así, porque el incendio sería inevitable. Se abroquelaron en el discurso del desacople para cuidar “la mesa de los argentinos”, tan cara a los cenáculos del poder kirchnerista (léase Instituto Patria).

Los productores se habían preparado para explicar la escasa incidencia del precio de los granos en el precio que paga el consumidor por los alimentos. El tema quedó planteado y no faltó el debate. Pero los dirigentes salieron de la reunión con un mesurado pero indisimulable gesto de satisfacción. Jorge Chemes, el dirigente entrerriano titular de CRA, fue más allá: destacó la presencia inesperada del ahora canciller, Felipe Solá, viejo conocido de las huestes ruralistas por su espíritu conciliador en su paso por Agricultura. Solá es también artífice del diálogo del gobierno con el Consejo Agroindustrial, que hace unos meses elevó un proyecto de ley de promoción del sector, con el objetivo de expandir la inversión y las exportaciones.

Mientras tanto, el gobierno logró un par de acuerdos importantes: con los aceiteros, para mantener a raya el precio interno a través de un fideicomiso privado. Y con los frigoríficos exportadores, que pusieron a disposición un volumen de cortes a precios populares. Al mismo tiempo, el gobierno fijó precios de referencia para la exportación, con la idea de cortar un circuito que se había abierto con la brecha cambiaria. Operadores marginales embarcaban carne declarando precios bajos, haciendo la diferencia en el exterior. Esto estaba sacando carne del mercado local.

Es difícil hablar, en esta instancia, de fumata blanca y fin de las hostilidades. Pero lo cierto es que cuando la mayoría pensaba en un choque inevitable, ahora en el campo se respira otro aire. El tiempo dirá…

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