Tras la renuncia de Benedicto XVI, el 13 de marzo de 2013 Jorge Bergoglio fue elegido Papa. Adoptó el nombre de Francisco y desde su primera aparición pidió: “Recen por mí”. Al cumplirse 12 años, el Sumo Pontífice llega al nuevo aniversario en lucha contra una enfermedad respiratoria que lo tiene mejorando, pero aún en estado delicado. Según se conoció en estas horas, sopló las velas de una tarta por su 12 ‘cumpleaños’ como Papa. El 17 de diciembre cumplirá 89 años.
Su trayecto al frente del Vaticano deja algunas certezas, conquistas, legados y numerosas incógnitas acerca del futuro de la institución eclesiástica, en un contexto de avance furtivo de las extremas derechas. ¿Cuánto queda y cuánto quedará del humanismo que pregona Francisco? ¿Cuáles son sus deudas pendientes?
Para responder alguna de estas preguntas, Tiempo habló con Fortunato Horacio Mallimaci, sociólogo argentino y doctor en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, investigador Superior del CONICET especializado en temas de sociedad, cultura y religiones con trabajos como ”10 años del papa Francisco: continuidades y rupturas” y “El mito de la Argentina Laica. Catolicismo, estado y sociedad”. En síntesis, uno de los expertos que más y mejor puede hablar del paso de Bergoglio por el Vaticano como Papa Francisco.
–¿Qué significó la llegada de Bergoglio al Vaticano?
–La llegada de Francisco significa una profunda transformación en la institución católica, sobre todo en el Papado, que viene por la renuncia de Ratzinger. Un gesto importantísimo que quiebra de siglos una ruptura hasta de la comprensión del Papado. Renuncia y se hace más «mundano». A partir de ahí la institución decide ya no elegir europeos, sino un latinoamericano. Esa llegada quiebra la hegemonía europea, de una cultura católica muy presente sobre normas, ritos, preceptos, y la incorporación del catolicismo latinoamericano como parte de esa cultura. Él lo dice al principio: “vengo del fin del mundo”. Es decir, descentrar lo que es el catolicismo y hacerlo más global.

–¿Cuál es su legado?
-Podemos decir que entre sus grandes aportes ha sido el de desclericalizar. No es sencillo, no lo ha podido del todo. Habla entonces de la sinodalidad, de que “el pueblo de Dios” (palabra clave en el Concilio Vaticano II de la década de los ‘60, es decir, la horizontalidad como manera también de entender esa institución católica), no solo va de arriba para abajo, sino sobre todo de abajo para arriba. El otro gran aporte ha sido el diálogo interreligioso. En un mundo cada vez más globalizado, cada vez más derechizado, cada vez más con violencia, con guerras, bueno, pedir por la paz, pedir por la comprensión, e ir él, viajar él, a visitar al líder sunnita en Emiratos Árabes Unidos, ir él a visitar al líder sunnita en Irak, en ir él a visitar al patriarca de Constantinopla, al patriarca de Moscú, visitar al Consejo Mundial de Iglesias… Hay ahí una idea que las religiones hoy, en un mundo de odio, de crueldad, de individualidad, de dejar de lado, de pensar solo en el dinero, tienen un papel especial en la cultura global y que para eso hay que tener estos gestos de sumar, buscar lo que existe en común y a partir de ahí plantear un Dios en el cual todos tienen cabida.
El humanismo de Francisco, la Iglesia y las deudas pendientes
Mallimaci menciona también otro gran aporte de Francisco: su rol como pensador y autor de documentos. Enumera sus encíclicas, “documentos hechos para el mundo entero. Dos de ellas, centrales”. PrimeroFratellitutti, “que es un mensaje de amor y esperanza, todos y todas somos hermanos, con una fuerte crítica a la propiedad privada, al capitalismo, al mercado que solo quiere acumular, una fuerte insistencia en la distribución, en un Estado social que se ocupe sobre todo de las grandes mayorías empobrecidas dejadas de lado”. La segunda es Laudato Si, la casa común, “una mirada de la sustentabilidad que debe tener el Planeta, una ecología que llegue al conjunto de la sociedad, que no sea solo de preservación o conservación sino decir: hay aquí un tipo de consumo y utilización de la energía que atenta contra la vida en el mundo entero. Esto no es locura ni campaña de unos pocos. Me parece que esos dos documentos son centrales”.

–¿Cómo ves su incidencia en la institución de la Iglesia?
–La Iglesia Católica es una institución que se piensa global. Es una cultura, es un movimiento, una manera de comprender lo político, lo religioso, lo cultural, en vinculación; no separa, tampoco une, sino que va viendo las distintas autonomías según los momentos. Las principales reformas que ha hecho Francisco han sido, sobre todo, primero con gestos importantes. Decir “el catolicismo tiene que acompañar a las personas, sobre todo a los más pobres, a los vulnerables, a los descartables”. Desde que llegó a la Isla de Lampedusa a decir “los inmigrantes tienen derechos”. Palabra clave: tienen “derechos”. Las personas tienen derechos, todas, todos, todes “tienen derechos por ser hijos e hijas de Dios”, ha sido, me parece, su principal aporte. Recorrer el mundo desde esta perspectiva, hacer suyo el clamor de los desheredados, de las mujeres pobres, de los movimientos sociales, de aquellos que son dejados de lado por las políticas. Hay fuerte crítica a las políticas liberales, neoliberales, a las políticas del mercado desregulado. Y el otro gran aporte ha sido la amplia libertad de expresión al interior del catolicismo. Y esto creo que los demás Papas no lo habían hecho, por esa idea de que tienen que controlar, me parece que ese ha sido otro gran aporte.
–¿Cuáles son sus deudas pendientes?
–La Iglesia católica hoy está pasando por enormes crisis: de autoridad, de participación, de tipo de estructura, que sea más horizontal. Hay una deuda. Sobre todo por las transformaciones de la propia curia romana, que él ha intentado. Es difícil, pero sigue siendo una deuda pendiente. La otra es la de las mujeres. No puede ser que en el 2025 una mujer tenga la discriminación y el segundo lugar que tiene al interior de la iglesia católica. Si todas las personas somos iguales porque fuimos creadas por Dios, bueno, entonces mujer, varón, para ocupar las distintas responsabilidades al interior de la institución deben ser iguales. Ahí hay un debate profundísimo del cual él es muy conservador, no ha aceptado. Lo otro es sobre el tema de los sacerdotes pederastas. Ahí ha intentado, pero muestra esa crisis de que hay episcopados y obispos que no aceptan que eso es un delito que hay que denunciar en la justicia y esas personas deben ser expulsadas. Salvo la Iglesia francesa, que lo llevó a fondo, ni en América Latina ni en Argentina ha sido tomado como política central.
–¿Y en un futuro, qué Papa puede venir?
–Como siempre cuando se discuten los candidatos, la mayoría de los que votan fueron elegidos por el anterior Papa, por Juan Pablo II, por Ratzinger, hasta que apareció uno de América Latina. Él ha elegido la mayoría de los cardenales que van a votar en esta ampliación de ese catolicismo. Pero bueno, no sé, siempre que lo he dicho me he equivocado. Muestra que esa institución tiene enormes maneras de pensarlo. Sí va a haber una discusión: si sigue siendo una iglesia que se abra al conjunto de la sociedad, en la que todos y todas tienen derechos a ser bendecidos, o una institución que quiere volver a una cierta identidad única, esencial, en la cual los demás se equivocan y ella tiene la Verdad. Creo que esa discusión está, sigue estando, atraviesa muy fuerte el catolicismo argentino, latinoamericano y global. Ahora, el viraje que hay a la derecha, a nivel global… “Global” siempre hablando de Europa, Estados Unidos, de América Latina. Porque existe La India, existe Rusia, existe China, existen otros lugares donde hay otras aperturas. La apertura que el Papa, por ejemplo, hizo hacia China me parece ejemplar. Una iglesia de las catacumbas a una iglesia en el espacio público, y lograr así otra presencia en ese mundo donde es muy minoritaria, creo que ahí hay una perspectiva. Habrá que verla, tener esperanzas de que las instituciones religiosas se sumen más al diálogo, a la comprensión, al acompañamiento de los pobres, y que tomen distancia de los ricos, de los nuevos tecno-feudales del mundo que quieren dominar, que quieren ser solo ellos y que a veces utilizan la religión para su legitimidad. Ahí sí que hay un gran debate en el cual el Papa Francisco es crítico, ha hablado por la paz, ha hablado por las grandes mayorías, ha hablado en nombre de la humanidad. Es su humanismo, el que espero que continúe en la iglesia católica y en el conjunto de las religiones.
Fuente Tiempo Argentino