No es necesaria ninguna prueba de ADN para determinar que Luciano Napolitano es el hijo de Pappo. Sólo basta con escucharlo hablar. O verlo gesticular. Este hombre de cuarenta y cinco
años es el legítimo heredero del Dios argentino de la guitarra de rock, ninguna duda al respecto.
Quince años pasaron desde aquella infortunada madrugada (10 de marzo de 2005) donde Norberto Napolitano, El Carpo, perdió la vida en un accidente absurdo. Todos conocemos los detalles de aquel infausto episodio. Pero hoy, tomando distancia del mismo, y bastante restauradas las heridas (las del alma y las otras), Luciano habla. Quiere hablar. Se le nota en la urgencia a pesar de la típica calma de su personalidad. Como sucede con todo ídolo popular, y Pappo podría estar en ese sitio junto a Maradona, Palito, Mercedes Sosa, Sandro o Bonavena, la fantasía de mucha gente dispara rumores post mortem sobre su persona que no hacen más que ensuciar (en la mayoría de los casos) el buen nombre del artista. Nadie tuvo más amigos después de muerto que Norberto “El Loco” Napolitano. Todos estuvieron con él, todos compartieron millones de anécdotas, todos fueron “compañeros de aventura”. Pero la realidad es otra. Y uno de los ítems que más se han manoseado justamente fue el tema de una supuesta fortuna que Pappo dejó como herencia. Dejemos de suponer y vayamos a las fuentes.
“Mi viejo no era millonario. Era conocido, muy famoso y nada más -arranca Luciano-. No tenía motos de colección, no tenía dólares, no tenía un terreno en otra provincia, no tenía otra casa de fin de semana. Él tenía la moto, un auto que era un Chevrolet Astra que le había regalado la gente de Chevrolet, modelo 2000 full diesel. Mi viejo en lo que se gastaba su guita era en las carreras de autos. Todo lo que ganaba en los shows de Pappo’s Blues se los gastaba ahí. También le construyó a la madre una casa nueva en el fondo, una cocina nueva, con baño, todo. Él se había hecho la parte de arriba, y a la hermana le hizo todo nuevo donde dormía él antes, en el fondo arriba a la izquierda. Mi viejo era un tipo sencillo”.
Luciano es electricista. Técnico electro-mecánico recibido en el Industrial de Tigre. Comenzó trabajando en una casa de electricidad y más tarde pasó a hacer el mantenimiento eléctrico en una fábrica donde construían placas de aglomerado. Vivía con su madre en San Isidro hasta que a sus cinco años se mudaron a Tigre.
Luciano Napolitano y su guitarra. Cuestión de genes. Foto. Santi Sombra
-¿Cómo es realmente la historia de cuando descubriste que Pappo era tu viejo?
-Yo tendría 14 o 15 años. Me enteré por un diario. En realidad hubo una serie de sucesos. Primero había gente que al parecer ya sabía o sospechaba que yo era hijo de él, pero yo no lo sabía. Julio, el playero de una estación de servicio de acá de Cazón y Montes de Oca, que le decíamos Bigote, un día me regala un casete de Pappo’s Blues. Yo le había mostrado uno de Led Zeppelin y él me dijo: “Mirá, escuchá esto”, era un casete rojo y tenía canciones que sigo tocando ahora.
-¿Pero hubo alguna persona que te encaró y te dijo que él era tu papá biológico?
-Un compañero de colegio. Estábamos en un taller de electricidad, en primero o recién empezando el segundo año. Estábamos mirando una revista. Yo ya sabía algo por un tío mío que un día me dijo: “Tu papá es Norberto Napolitano”. Yo le dije: “¿Y quién es Norberto Napolitano?”. Se entró a cagar de risa, se dio media vuelta y entró a la casa riéndose. Era un forro ese tío que tenía, era un hijo de puta, pero bueno, no hay mal que por bien no venga. Cuando me dijo eso, se lo comenté a un compañero y me dice: “Tu viejo es Pappo!”. Le digo: “No, es Norberto Napolitano”. “Y bueno boludo, ése es Pappo, el guitarrista de Riff” y me muestra una foto.
Hagamos ahora un pequeño ejercicio de imaginación. Enterarse de algo así debe ser como que alguien venga mañana y nos diga tranquilamente: “Mirá vos sos el hijo de Eric Clapton”. ¿Qué reacción podría esperarse? Debe ser una mezcla de extrema incredulidad con algo de ciencia ficción. Y un futuro absolutamente inimaginado. A partir de aquel descubrimiento la vida de estos dos hombres iba a cambiar radicalmente.
“Pero yo en esa época era un pendejo, no tenía devoción por ningún ídolo -sigue Luciano-. En cierta manera tuve suerte con mi viejo, no se me confundieron las cosas en la cabeza, de decir: ‘Uy, soy el hijo de Pappo!’. No, yo soy el hijo de Norberto. Mi viejo siempre me lo dejó muy en claro: “Yo soy Norberto y trabajo de Pappo”. Punto.
-¿Y qué fue lo primero que pensaste al enterarte?
– En ese momento yo vivía con mi mamá, mi tía y mi abuela. Ellas me criaron laburando y para mí la música salía de un parlante, nada más. Mis ganas de tocar un instrumento, jamás pensé que podía llegar a transformarse en el deseo de otro. Hay gente que le gusta tocar la guitarra y no lo va a hacer nunca, pero yo ya lo tenía incorporado y cuando me di cuenta de que mi viejo era guitarrista me dije: “Ah, con razón!”. Una sensación de empatía por un desconocido, porque no lo conocía, no sabía ni quién era, pero nos gustaba lo mismo.
Pappo y Andrés Calamaro, junto a Fabiana Cantilo, compartiendo una zapada en punta del este, en 1996. Foto: Archivo/Roberto Pera)
– ¿Entonces qué fue lo primero que hiciste?
– Le pedí un par de mangos a mi tía, fui a un locutorio y busqué en una guía de teléfonos el apellido Napolitano y había como 15. Llamé y el primero que me atendió fue mi abuelo. Hablé con él, y le pregunte por Norberto. Me dijo: “No está, ¿de parte de quién?”, “Del hijo”. “No, no está en este momento”. Como que se puso nervioso y yo también: “Pero le voy a decir que llamaste”. “Bueno, después vuelvo a llamar”. Intenté dos o tres veces más hasta que lo enganché y me invitó a que nos encontremos. Ahí empezó toda una historia que ya más o menos se sabe (se ríe con sonidos guturales)
– Momento, no nos apuremos… ¿Fuiste a buscarlo a su casa de La Paternal?
– Sí.
– O sea que ahí también te encontraste por primera vez con tus abuelos.
– Yo ni sabía que tenía abuelos, no sabía nada de nada. Para mí una familia era mi mamá, mi tía, mi abuela y una perra. Punto. Y no le veo nada malo, de hecho hay personas que están solas y sus amigos son su familia, así que no tenía por qué tener ese concepto en mi cabeza.
– Okey, se conocen con Pappo y ¿qué sucede entonces?
– Ni bien nos conocemos, antes que cualquier cosa, mi viejo lo primero que hace es venir acá a mi casa a dar la cara. Me explicó lo que me tenía que explicar a mí, que fueron sus razones, y yo entendí todo. Y más ahora siendo músico profesional lo entiendo mucho más.
– ¿Qué entendiste, exactamente?
– Y bueno, el estilo de vida que él tenía. Que también lo tengo yo ahora. Son dos casos distintos, pero hay un sentido en común. Por ejemplo en mi casa no hay living. Hay una sala de ensayo, o sea es una casa normal, pero en vez de haber un living con una chimenea y un televisor hay una sala de ensayo. Yo vivo de esa manera, hay otras personas que viven de otra. Entonces, para mí es normal todo lo que él me explicó. Incluso podría entender si el día de mañana se aparece un pibe en la puerta de mi casa diciendo que es mi hijo. O sea… yo en mi caso sé que no es así, porque estoy seguro de dónde estuve, y tengo tres hijos maravillosos que pueden decir que soy el padre que soy.
– Entiendo. Creo. ¿Y qué otras cosas compartían vos y él?
– ¿Si íbamos al cabaret me querés preguntar?
– Mmmm… no, no necesariamente…
– Compartíamos todo. Todo lo que él hacía, yo estaba al lado prendido como un llavero. Desde que lo conocí, los únicos momentos que yo no estaba con él era cuando él estaba de viaje o se iba con su novia o con alguna mina que enganchaba por ahí. Íbamos al supermercado, arreglábamos los autos nosotros… hasta donde llegábamos, después le pedíamos al mecánico, porque el laburo pesado él no lo podía hacer. Él lo hacía, pero en un momento que tenía que dar un show prefería no arriesgar las manos. El micro de giras lo arreglamos nosotros de cero, la sala de ensayo se la armé yo en el fondo de la casa de Remedios de Escalada de San Martín, en una época donde a mí me empezó a dar por las pelotas que los que lo rodeaban, no todos pero un gran porcentaje, iban a chuparle la sangre.
– ¿De qué manera?
– No sé, por ejemplo: “Norberto, ¿me das plata para comprar tornillos?”. “Sí, tomá 50 pesos”. Y después el vuelto no existía. En ese momento 50 pesos eran como 500 de ahora. Yo estaba viviendo momentáneamente en el taller de Remedios de Escalada, me fui a buscar tarimas a la casa de un amigo en el Tigre y le armé el piso flotante de la sala con tarimas que me salieron gratis. Después no sé, íbamos a la farmacia.
– Entonces, ¿iban o no al cabaret?
– Jajajaaa… Mirá, por ahí él conocía a algunas minas y yo le hacía la segunda, pero desde la música. Terminaba el show, él se iba con las minas y yo me tenía que volver con la Chevy, los equipos y sus guitarras al taller. Ese tipo de cosas pasaban.
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El tema de la familia por parte de padre no ha sido nunca algo liviano para este hombre de guitarras tomar. A través de los años fue más bien un karma sin solución.
“Lo voy a decir de esta manera: lo más importante que mi viejo tenía en su familia era su papá, su mamá y después venían los demás. Punto, eso es así -se planta Luciano-. Él me contó muchas historias de mi abuelo, que se llamaba Carlo, pero le decíamos Venancio. Mi abuelo me quería mucho y fue el que arengó más en la familia apoyando a Norberto para abrirme la puerta. Porque Norberto me abrió la puerta de su casa sin preguntarle a nadie. A algunos familiares eso les chocó un poquito…
– ¿A quiénes por ejemplo?
– Cuando mi viejo me puso el apellido Napolitano, que fue cuando vino AC/DC acá a la Argentina, Liliana, su hermana, no me hablo nunca más, me cortó el rostro directamente.
El musico Argentino Pappo tocando con Albert Collins. Foto prensa Pappo Albert Collins recital
– ¿Alguna vez te dijo por qué?
– Y… ¿por qué? Date cuenta… Era el único heredero yo. Eso veía ella, no veía que yo amaba a mi papá, y que lo sigo amando. Ella veía el dinero que yo me iba a llevar y entonces, ¿sabés lo que le dije a mi viejo?: “Hace una cosa, poné la casa de Artigas a nombre de tu hermana, así no tenemos más este tipo de quilombos”. Porque a mí eso me rompía las pelotas. Entonces vino un escribano a mi casa y le firmé un papel donde yo le cedía todos los derechos de la casa de Remedios y la de Artigas a ella, mirá lo que hice. Eso lo hice yo por propia voluntad, me gustaría que lo sepan todos. Porque siguen hablando boludeces.
En este punto, nobleza obliga y así lo dictan los códigos de la calle y del periodismo, Clarín se comunicó con Liliana Napolitano. La hermana del Carpo se encuentra en San Diego, Estados Unidos, visitando a uno de sus hijos que vive allá. Cuando estaba por volverse a la casa de La Paternal, la sorprendió la pandemia del coronavirus y no pudo hacerlo. Invitada a hablar sobre el tema, Liliana muy amablemente declinó hacerlo, aduciendo que son temas familiares.
“Cuando murieron mis abuelos, Liliana se volvió loca y le dijo a Norberto: ‘Si a vos te pasa algo este tipo se queda con todo’. Así, directamente. Y cuando mi viejo me cuenta eso, le digo: “Y bueno vamos a hacer una cosa, hagamos un papel donde yo no quiero nada y legalmente el día que a vos te pase algo yo no heredo nada, y listo”. Y así fue hecho.
– ¿Te arrepentiste de eso más tarde?
– Yo no le reclamé nunca más lo de Artigas ni lo de Remedios, hasta que me enteré de una cosa muy fea que dijeron, entonces fui con un abogado que les mandó una carta documento para que se caguen en las patas y no me rompan más las pelotas. Porque yo si quiero puedo demostrar (y esto quiero que lo pongas) una venta fraudulenta. En aquellos años una venta así se pagaba con cheques y no en efectivo. Y en el boleto que tienen ellos está hecho como que fue comprado todo por un sobrino de mi viejo. ¿Y de dónde va a sacar la plata el sobrino? ¿Me entendés? Yo puedo demostrar eso. No lo hice ni lo voy a hacer, porque tengo códigos. Mi mamá me enseñó muy bien lo que me tuvo que enseñar y mi papá me enseñó muy bien lo que me tuvo que enseñar, no necesito que ningún pelotudo me venga a decir a mi cómo se camina en la vida. Lo digo para todos esos tarados que hablan boludeces.
– Estás enojado…
– Porque yo no me quedé con nada que no me pertenece. Es más, le dije a mi viejo: “Imagínate tu hermana cómo se debe sentir, porque si no te tiene a vos no tiene nada, si no labura, no hace nada. Entonces pongámosle la casa a nombre de ella, así por lo menos se puede ganar unos pesos”. Mirá hasta en lo que pensé yo, y lo decidimos con mi viejo para que no rompa las pelotas esta mina. Entonces no es que se puso celosa, no, ella quería todo. Quería hasta los derechos de autor que yo ni sabía que existían, macho. Ni sabía la cantidad de obras que tenía mi viejo ni la guita que generaba, y que tampoco es una fortuna, como dijeron. Esa es la verdad. Estoy cansado de las mentiras, por eso saqué esa carta explicando el accidente, hace unos años.
– Hubo quienes te acusaron de vender las cosas de Pappo. ¿Hiciste eso?
– Nada vendí, nunca, jamás. Lo único que hice fue publicar hace dos años el micro de mi viejo, el micro de giras, y que lo voy a volver a publicar, porque no lo puedo mantener, es un Scania 112 que lo tengo ahí arruinándose, cuando yo tengo que mantener a mi familia, a mi vieja y no puedo. Todas sus cosas tengo. Lo único que no tengo es una guitarra que se llevó el manager.
– ¿Y qué pasó con la famosa guitarra Gibson negra? Sé que anduvo dando vueltas…
– La Gibson negra la recuperé gracias al Corcho (Jorge) Rodríguez. Yo le pedí al Corcho que me ayude a recuperarla de buena manera, porque hace 15 años yo era otra persona, no tenía mucha paciencia. Directamente agarré un arma y fui a buscar la guitarra adonde estaba. Porque era mía. Es mía, me la regaló mi viejo. No dijo: “Le regalo la guitarra a mi hijo” delante de un micrófono, pero me dijo: “Esta guitarra es para vos, porque yo no la puedo cargar más por la gamba”. Porque él de chico tuvo un accidente donde se quebró la pierna y no podía estar mucho tiempo parado ya de grande.
– Y la Les Paul es una viola muy pesada.
– Totalmente. Yo siempre subía a tocar con él, pero con una réplica de la Les Paul de industria argentina. Pero esa noche, en la presentación del disco Buscando un amor (N de R: el último disco grabado por Pappo) me invitó a tocar El tren de las 16 con esa guitarra. Y me dijo: “Esta es para vos”. Ya me la había regalado 20 veces la guitarra, me había regalado la Flecha (una Gibson modelo Flying), me había regalado todas sus guitarras. Yo le dije: “No loco, todas son tuyas!” La que si le acepté fue una ESP y una Fernandes Sustainer. Y la Kramer, pero después me quería tirar todas las guitarras a mí. Me regaló el JCM900 de Pappo’s Blues, y el otro otro JCM900 nuevo que había comprado para Riff (habla de amplificadores de guitarra).
Socios. El encuentro de Deacon Jones y Pappo dejó como legado un álbum grabado en julio de 1993.
– Realmente tuvo que quererte mucho. Porque para que Pappo te regalara una guitarra…
– Él tenía una adoración conmigo, que yo la entiendo ahora que soy padre. Pero no la demostraba en público, porque él todo lo que demostraba se lo querían arrebatar. Siempre. Eso es lo que a mí me daba la sensación, delante de la gente se comportaba de una manera y conmigo se comportaba de otra totalmente distinta. Pero esas son cosas de la intimidad de padre e hijo.
– ¿Y a quién le quedó la marca Pappo?
– La marca Pappo el dueño soy yo. No es que yo soy dueño de Pappo. Pero sí tengo esa marca.
– ¿Pappo dejó dinero?
– No, no es que había un cofre con dinero guardado y yo lo heredé. Mi papá la vez que hizo más guita fue con el tema Mi vieja, y fueron 30 mil dólares que le dieron. Y esa guita se la tuvo que pagar a los nueve empleados de la Caldera Napolitano, la empresa de mi abuelo. Mis abuelos murieron y a mi viejo le quedó el juicio y tuvo que pagarles. Las calderas habían fundido y los empleados seguían yendo a trabajar igual, así que le hicieron juicio a mi viejo. Esa fue la máxima cantidad de guita que hizo. Después construyó el taller. O sea: la fortuna que tenía mi viejo era el taller de Remedios de Escalada y sus micros y las guitarras. Eso era todo, no tenía nada más. Se había comprado una quinta en Moreno que la tuvo que vender para pagar la subdivisión del taller, porque lo dividieron en tres. Dos eran de un primo de él, Guillermo, y el del medio se lo quedó mi viejo.
– Invirtió en el taller también, ¿no?
– Sí. Se compró una persiana gigante, que está en el frente del taller, que esa persiana salió un montón de guita en esa época. Y después había comprado el micro, el Scania 112 que lo pagó con una guita que tenía encanutada. Antes de fallecer lo quería poner en venta al micro y después se murió y el micro me lo quedé yo. O sea, si es por fortuna yo heredé ese micro. Y ese micro hoy está parado, sin la bomba inyectora, con las ruedas cuadradas porque ya hace más de 10 años que no lo arranco. Yo estaba con él por lo que era y no por lo que tenía. Mirá es muy simple, la plata que hizo se la gastó toda en la familia. Punto. Y de esa guita yo no reclamé nunca un mango, porque yo no soy así. Está lleno de boludos que hablan sin saber.
– Vos me decías que antes de conocerlo ya laburabas.
– Yo laburé de chico, no es que nací en una cuna de oro, laburé toda la vida. Laburé con mi viejo también, nunca me regaló nada. De guita digo. Todo lo que salió de su bolsillo para mí me lo gané laburando en el taller o de plomo. Después me empezó a contratar como músico invitado y ahí empecé a ganar el doble de lo que ganaba en todo el fin de semana como plomo. Ahí decido continuar mi carrera laboral como músico y empecé a armar Lovorne, mi banda, que me bancaban mi vieja, mi tía, mi abuela y mi viejo también me tiraba unos mangos de vez en cuando. Hasta que conocí a un productor ejecutivo que hicimos discos que me los dio para vender. Los vendía en los shows y con eso le iba pagando lo que había puesto y yo ganaba mi plata. Me iba a muchas disquerías de esas que venden merchandising rockero. Me iba con mi Dodge 1500 a recaudar. Todas las semanas hacía la recaudación de tres lugares. Laburaba tocando la guitarra, cobraba los discos y también hice changas. Por ejemplo hacia las bases de los teléfonos que andaban a monedas, esos de plástico para kioscos, los de color blanco y gris. Y así sobreviví toda mi vida. Después compraba un auto a quinientos pesos y lo iba vendiendo por partes. La caja, después un panel, como repuestos. Un burro de arranque, siempre me las rebusqué solo.
– ¿Y qué pasó con la moto de Pappo?
– La moto Harley de mi viejo la tengo para el Museo, lo mismo que un bafle Marshall, unas guitarras y muchas fotos y algunas cosas más. Yo hago un museo itinerante con las cosas de Pappo.
– ¿Cuándo empezó tu relación con él, ¿enseguida hubo empatía?
– Por un lado fue difícil, a los dos se nos hizo difícil, pero individualmente. En conjunto funcionábamos bien, pero en lo personal yo no le podía seguir el ritmo porque tenía que ir al colegio, tenía que estudiar y trabajar, entonces lo veía en el tiempo que podía. Cuando lo conocí él estaba bastante mal con el tema del alcohol y estaba en proceso de dejar de tomar. Supongo que no le habrá sido fácil que le caiga un pibe de 16 años ya casi formado a tocarle el timbre para decirle que era su hijo. Después ya me daba consejos. Él quería que yo toque con músicos de primera calidad, de primer nivel, pero yo no conocía el primer nivel, yo conocía la calidad humana nada más. Hasta que entendí que ser un músico de primer nivel significa sacrificar un montón de cosas estuve tocando con otras personas que tenían otras expectativas. Por ejemplo, el primer baterista de Lovorne es un gran amigo mío, pero es albañil, no es baterista.
– ¿Él te enseñó a tocar la viola?
– Yo aprendí a tocar escuchando discos y casetes. Escuchando AC/DC y Pappo’s Blues. Después que conocí a mi viejo, él me enseñó a tocar El Tropezón (N. de R: “The Stumble”, quizás el tema más famoso del guitarrista texano Freddie King), Esa época era la época del disco Blues local, él vino de los Estados Unidos y trajo un VHS con un recital de Ozzy Osbourne con su violero Zakk Wylde, y cuando lo vi dije: “Yo quiero tocar esto”. Me parten la cabeza Ozzy, AC/DC y Megadeth, pero también Bach.
– Entonces te pasaba yeites en la guitarra…
– Yo tocaba el bajo, y me gustaba la guitarra, sólo que era difícil en esa época encontrar un instrumento, no era como ahora. Había cuatro casas de música como mucho, y no había tantos músicos. Aprendí rápido, en dos meses estaba tocando temas de Ozzy en la viola, entonces fue bastante chocante para él porque me decía: “Vos sos un garca, vos ya sabías tocar la guitarra” y se reía. Yo me recuerdo sentado en la punta de la cama de mi viejo, con su Kramer blanca, tocando El Tropezón y me dice: “No ahí no es, es acá” y me corría la mano para el traste número cuatro, que ahí es donde empieza el tema según la versión de él. Yo lo hacía en otro lado.
– ¿Cuándo fue que tocaron juntos por primera vez?
– En un show en el Roxy, me invitó y me presentó al público, pero no como el hijo, sino como un guitarrista. Yo tenía tres guitarras ya, que eran de él. Me había regalado la Kramer negra, que es la hermanita de la Kramer blanca, que la tengo todavía, con la que toqué en Riff durante todo el 2018… es la versión de Riff que armó Vitico, perdón, no quise decir Riff. Aclaro porque no me apropio de nada que no es mío.
– ¿Habías ido al Roxy a verlo tocar?
– No, nosotros ya nos habíamos conocido y yo empecé a trabajar de plomo a los 15 días que lo conocí, plomo de Pappo’s Blues. Empecé cargando los equipos, y a esa altura yo ya sabía tocar la guitarra, y sabía afinarla. A partir de ese momento le cambié las cuerdas de sus guitarras durante años. A todas las guitarras, las conozco a todas sus guitarras. Laburé 10 años, después me pudrí y me fui a la mierda.
– ¿Estabas nervioso esa noche?
– No, no, no estaba nervioso… ¡Rompí las cuerdas de tres guitarras antes de empezar a tocar, lo único! (se ríe). Me acuerdo que subí a tocar, se me rompe una cuerda, cambio la guitarra se me rompe otra cuerda y agarré la tercera ¡¡y también!! Los nervios obvio, ¿cómo no iba a estar nervioso?
– ¿Hiciste un solo esa noche?
– ¡Nooo, no hice ningún solo, por una cuestión de respeto!
– ¿Te abrazó al terminar?
– Delante de las personas no demostraba un carajo. Por desgracia, ese día terminó de tocar mi viejo, yo me fui, me tomé un taxi para tomarme el tren en Belgrano, y viene un Fiat 1500 a fondo, nos pega en el parante y terminó el auto abrazado a un poste de luz y yo tirado en la vereda inconsciente. Me desperté en el hospital y mi viejo parándome, porque yo no entendía nada y los quería cagar a trompadas a todos. Ahí mi viejo se encontró con mi vieja después de muchos años, en persona.
– ¿Alguna vez le preguntaste a María Gloria, tu mamá, por qué tardó tanto en decirte que Pappo era tu viejo?
– No, no… ¿Cómo voy a hacer eso? Dejala pobrecita… Mi vieja laburaba en tres lugares para poder mantenernos. Qué, ¿le voy a andar reclamando algo encima? Mi vieja me contó todo cuando crecí y lo conocí y cuando tuve la capacidad para absorber la información y digerirla bien, me contó todo lo que había que contar. Es más, después mi viejo se quería casar con ella, porque mi vieja fue la única que le hizo el aguante de toda la vida. Él me dijo: “Yo como un boludo ando con un montón de minas y la verdad que tu vieja me hizo la gamba”. Hicimos toda una reunión familiar y bueno, lamentablemente pasó ese accidente de mierda y… se fue todo al carajo.
– Pero ella nunca te había insinuado nada hasta aquel momento…
– Mi madre ha sufrido bullying, como le dicen ahora, por ser madre soltera, separada. Yo también escuché a algunos decirle cosas a mi mamá y después cuando crecí fui y los cagué bien a trompadas. Para mi vieja era muy difícil explicarme que mi papá era famoso y que nosotros éramos pobres y él salía en la televisión. ¿Cómo lo iba a entender yo? No encontró manera de explicármelo, pobre, además yo nunca tuve un deseo de conocer a un famoso. No me llamaban la atención. Nada más que Los tres chiflados o El Agente 86. Era lo único que tenía en la cabeza, pero sí ella me dijo que mi papá era alguien conocido, y que alguna vez lo podíamos llegar a ver en televisión, Y en mi mente yo pensé que era un actor y entonces miraba todas las películas que podía, miraba a ver si lo encontraba a mi viejo. Nunca pensé en un montón de cosas que después iban a suceder y que fueron buenísimas, con mi papá.
WD
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